divendres, 25 d’octubre del 2013

Pasión por Delantera Mítica de Quique González

No me canso de escuchar “Delantera mítica” de Quique González. Llegué al artista madrileño a raíz de la versión que hizo de “Aunque tú no lo sepas” mi poema preferido de mi poeta favorito, Luís García Montero. Más que versión se trata de una inspiración pues es una composición completamente libre a partir del poema, del que conserva el espíritu más que la letra. Aún así es una canción preciosa. Este poema también inspiró un cuento breve a Almudena Grandes que a su vez se convirtió en una película. Pero creo que esto ya lo expliqué una vez aquí.

El caso es que el poema me llevó al músico y lo fui descubriendo poco a poco, sin llegar a atraparme, hasta su último trabajo. Cada vez que lo oigo capto un matiz nuevo, una palabra o una frase que me había pasado inadvertida y que me dispara directamente al corazón.

Las canciones de “Delantera mítica” cuentan historias que suceden en Dallas, en Memphis, en casinos, en garajes, en talleres mecánicos, en bares de carretera. En esta atmósfera, las letras están salpicadas de grúas, motos, revólveres, balas, escopetas, gasolina, pasaportes falsos, autopistas,

Un ambiente que a simple vista puede parecer duro e incluso sórdido pero que de pronto una palabra, una frase convierten casi en escenarios líricos. Y es que González habla de abandono, de rencor, de pérdida, de arrepentimiento, de añoranza y de olvido.  

Dejaré que se escape si depende de mí

“Fuimos una delantera mítica
y lo entiendo pase lo que pase,
porque te llevo en el corazón.

A decir verdad había química
y te espero cuando todo estalle,
porque te llevo en el corazón”

Un streptiss encima de un piano de cola, 
Un milagro, que ocurre en el cine.”

“El misterio dura más que la certeza”

“Cuando te vuelva el corazón a su sitio, 
me lo agradecerás. 
Dónde estarás si estoy vivo, 
dónde olvidé mi silla de montar”


“Me basta con saber, me basta con saber, 
que sigues viva, que sigues viva. 

dijous, 24 d’octubre del 2013

Visitas imprescindibles en Varsovia


Ya expliqué que aunque mucha gente considera que Varsovia es fea y  no hay nada que ver, a mí me encantó. De hecho, estuvimos cinco días y nos quedaron cosas por ver, la excusa perfecta para volver.

Sin duda, la zona más bonita de la capital polaca es el casco histórico, que fue reconstruido al 100% después de la II Guerra Mundial puesto que fue completamente devastada por los furiosos bombardeos nazis. Hitler se ensañó para castigar la osadía de la población de Varsovia de rebelarse contra su ocupación al levantarse en armas en verano de 1944.

Para reconstruir la ciudad se inspiraron en fotografías y en pinturas, especialmente en las de artista del s. XVIII Bernardo Belloto. Tal vez eso explique que el centro de Varsovia parezca sacado de un cuento de hadas, de una película de época. El esfuerzo de reconstrucción y la belleza de su resultado merecieron que Varsovia forme parte de la lista mundial del Patrimonio de Unesco.

Además de admirar los trabajos de reconstrucción, visitar la capital de Polonia es adentrarse en la historia del siglo XX.

La ciudad antigua
Un buen punto de partida para visitar el casco histórico de Varsovia es la plaza Zamkovvy, una esplanada enorme que nos ofrece vistas de algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad: el palacio, la columna de Segismundo, las murallas de la ciudad, las casitas de colores.

Los 22 metros de la columna de Segismundo presiden la plaza y se han convertido en un punto de encuentro. Se trata de uno de los reyes más importantes de la historia de Polonia que trajo esplendor y poder al país. Justo enfrente encontramos el Palacio Real, un imponente edificio de ladrillo rojo que ofrece un marco precioso a la imagen de la plaza pero no tiene demasiado interés en su interior.

Un extremo de la plaza se adentra en el casco histórico y el otro es el inicio del camino real (Krolewski) que conectaba Varsovia con Cracovia. Es una calle larguísima elegante y hermosa, llena de edificios históricos, iglesias, palacios, la universidad, la estatua en recuerdo de Copérnico, el Palacio Presidencial donde vive el presidente del país, la Academia de Bellas Artes, la Iglesia de la Santa Cruz, etc. Desgraciadamente, hoy gran parte de esa calle está ocupada por cadenas de tiendas y restaurantes dirigidos al turismo, ese aspecto sin identidad ni alma que acaban teniendo todas las calles comerciales de Europa, unas exactamente iguales a las otras que no sabes si está es Londres, Atenas o Budapest.

El corazón del casco histórico de Varsovia es la Rynek Stare Miesto, la plaza mayor, que está presidida por la estatua de la sirenita guerrera. Según cuenta la leyenda, esta sirenita es hermana de la otra famosa sirenita, la de Copenhague. Explican que las dos hermanas huyeron de las frías aguas del mar Báltico. Una de las hermanas, cansada de nadar, se quedó en Dinamarca y la otra llegó hasta Varsovia, donde fue captura y expuesta como en un circo. Esta sirenita que se llamaba Szawa fue liberada de su captor por un joven pescador llamado War. No hay que ser muy listo para sumar 2+2 y ver cómo se formó el nombre de Warsawa, que es Varsovia en polaco.

La misión de la sirenita era proteger a la ciudad de todos los males, por eso va armada de una espada. Sin embargo, poco efectiva ha sido en su tarea porque la capital polaca ha sido una de las más castigadas por la historia en Europa.

La de la plaza vieja es la más conocida, pero toda Varsovia está repletas de sirenitas. Grandes, pequeñas, en escudos, tiendas, farolas, adoquines, fachadas, escudos, veletas. Nadie sabe cuántas sirenitas viven en Varsovia.


Detrás de la enorme plaza mayor del barrio viejo hay una pequeña plaza encantadora que acoge la Canonjía, una campana fundida hace más de 400 años. Justo al lado está la catedral de San Juan, la iglesia más antigua de Varsovia, arrasada tras la II Guerra Mundial.




La ciudad nueva



Aunque se le llame ciudad nueva por contraposición al barrio antiguo, esta parte de Varsovia fue fundada en el siglo XIV. Aunque están una frente a la otra, separadas por una calle, las dos ciudades tuvieron independencia durante muchos siglos. Cada una tenía su propio ayuntamiento, tienen su propia plaza mayor, su parroquia.

Uno de los lugares más interesantes de la ciudad nueva es la casa-museo de Marie Sklodowska, conocida como Marie Curie. En la fachada del edificio unos misteriosos dibujos representan a la Marie niña, científica y madre. Una mujer que pese a nacer cuando Polonia no existía como país sino que formaba parte de Rusia. Y tal vez para reivindicar la existencia de su tierra olvidada, le puso Polonio a uno de los elementos descubiertos que le dieron el Premio Nobel.

Separando la ciudad nueva de la ciudad vieja encontramos la muralla que rodea el casco antiguo y está muy bien conservada. Se puede recorrer desde la parte superior.

La Varsovia de la II Guerra Mundial
El gueto de Varsovia fue el más grande de Europa. Ya nada queda de él. Hoy es un barrio gris de bloques de cemento. Sin embargo, toda la zona recuerda la barbaridad que allí hubo con huellas y monumentos. Debido a la dispersión de estos lugares y a la desolación del barrio, es recomendable una visita guiada para descubrir los rincones más importantes de esta historia. En algunos puntos del suelo están marcados los trazos de donde pasaba el muro del gueto, en la calle Sienna aún podemos algunos de sus restos, también podemos visitar la  Umschlagplatz, el Monumento a los Heroes del Guetto, la prisión, el puente que dividía el gueto o el cementerio judio. En 21 lugares alrededor del antiguo muro han sido colocadas placas con el mapa del gueto.

Creo que la Varsovia judía merece una entrada entera del blog, así que lo publicaré en los próximos días.

En las murallas de la ciudad tienen un momento al Pequeño Insurrecto, como homenaje a los niños que participaron en el levantamiento contra los nazis. En el día de celebración, está repleto de flores, velas, y niños que visitan la estatua. En la entrada de la ciudad nueva también encontramos el monumento al levantamiento de Varsovia, un conjunto escultórico de bronce que muestra a los insurrectos surgiendo de las alcantarillas y luchando en las ruinas de la ciudad.

La Varsovia comunista

El Palacio de Cultura y Ciencia es posiblemente el icono que representa la etapa comunista de Varsovia. Construido en 1955, es uno de los edificios más altos del país con 234 metros. Y desde el primer día hasta nuestros días ha sido un edificio polémico.

Fue lo primero que vi de Varsovia cuando salí de la estación de tren. Y resulta impresionante nada más descubrirlo. Las opiniones se dividen sobre si es bonito o feo, pero nadie duda de su imponencia. Es un claro ejemplar de ese tipo de construcciones totalitarias con su enormidad descomunal para demostrarle a la población quien tiene el poder, para que se sientan pequeños, humillados e indefensos. Aunque fue un regalo de Stalin al pueblo de Polonia, es realmente un símbolo de la dominación soviética. Se trata de un edificio con más de 3.000 habitaciones que alberga cines, teatros, salas de conferencias, exposiciones y el reloj más alto del mundo.



Tomarse una Cocacola en la terraza del bar que hay en la antigua sede del partido comunista en Polonia parece una ironía. También lo fue que tras la caída del comunismo, en este edificio se ubicó la bolsa de valores de Polonia. Y en la actualidad es la sede del Centro Bancario y Financiero. Así, sin rencores. Sin poner el dedo en la yaga. El que durante 30 conocidos fue un edificio inexpugnable temido y conocido como “la casa blanca” es hoy un monumento muy interesante.

La estética monumental, gris, de cemento, domina una parte de la ciudad con edificios y avenidas de estilo soviético. Ciertamente, no es una parte atractiva estéticamente pero sí una visita histórica interesante si se hace acompañado de un guía para conocer la vida en Varsovia bajo la dominación soviética. El control, la censura, el miedo, el mercado negro, lo absurdo del sistema, las burlas de la población, la escasez, la falta de libertad.


Otros tesoros de Varsovia
  •  Una de las mejores vistas de la ciudad la encontramos en el tejado de la biblioteca universitaria de Varsovia que es un jardín elevado completamente gratis. 
  • El camino real nos lleva hasta el Parque Lazienki, posiblemente el parque más bonito de todos los que tiene Varsovia. Y mira que tiene. Un cuarto de su superficie son zonas verdes y tiene 20 parques naturales y bosques en sus límites. Los domingos por la mañana de verano, el monumento a Chopin y su gran y preciosa esplanada acogen conciertos gratuitos de música clásica a manos de músicos de renombre. 
  •  Los bancos musicales: Varsovia es la ciudad de Marie Curie y también la de Chopin. Existen rutas organizadas para seguir los pasos del músico genial. También lugares marcados que fueron importantes en la vida del Chopin como la Iglesia de Santa Cruz donde está su corazón (el resto del cuerpo está en el cementerio de Père Lachaise en París) o su casa natal. A lo largo de toda la ciudad podemos encontrar bancos donde podemos escuchar música compuesta por Chopin.
  • El acantilado de los desperdicios es una colina que hay junto a la plaza mayor del barrio antiguo. Lo que hoy es un mirador sobre el Vístula fue el vertedero de la ciudad.
  • La gastronomía: se come divinamente en Varsovia. Las carnes, los guisos, los pirogi, los dulces. Y muy bien de precio. Hay una cadena de comida tradicional polaca muy económica y muy buena, donde el personal va vestido con traje tradicional. A parte del detalle folclórico, vale la pena. 
  • Las visitas guiadas se pueden hacer gratis en inglés con FreeWalkingTours. Las visitas duran entre dos horas y media y tres horas, el inglés se sigue con facilidad y los guías muestran mucho interés y conocimiento del tema. Se paga la voluntad pero vale la pena. 

dimarts, 22 d’octubre del 2013

El levantamiento de Varsovia


 Aunque me interesa mucho la historia y especialmente la de la II Guerra Mundial, nada sabía del levantamiento de la ciudad de Varsovia contra la ocupación nazi. Teniendo en cuenta los ingredientes de aventura, pasión, lucha y derrota, me asombra que hay sido un episodio tan desconocido de la historia de esa contienda tan explicada, tan narrada, tan filmada. Supongo que se debe a que los protagonistas no fueron ni americanos, ni británicos ni franceses, sino que los héroes son polacos así que no debe haber resultado demasiado atractiva a escritores y guionistas. Aquí hay una gran novela o una gran película por hacer.

Además de por lo que tiene de descubrimiento de un hecho desconocido y por la evidente emoción de la historia, se ha añadido a mi atracción la casualidad de coincidir en la ciudad el Día de celebración del Levantamiento.


El 1 de agosto del año 1944, el pueblo de Varsovia se levantó en armas contra la ocupación nazi.

Cómo se rebela una ciudad que lleva cuatro años sometida? Cómo reunir las fuerzas para levantarse del suelo cuando llevas tanto tiempo pisoteada? De dónde sale la rabia, la energía, el coraje para desalmada, indefensa, herida y abatida plantarle cara a un enemigo que es uno de los ejércitos más crueles y poderosos del mundo? Y es que Varsovia sufrió los estragos de la guerra desde el primer día. Literalmente. Las bombas nazis empezaron a caer en Varsovia el 1 de septiembre de 1939. Y al cabo de una semana ya fue asediada. A pesar de la valerosa resistencia de su población, sólo pudo aguantar hasta final de mes el asedio del ejército. Vencida, derrotada, caída fue víctima del ensañamiento, la humillación y la opresión de sus ocupadores. Bombas, las purgas, detenciones, torturas, asesinatos masivos, asesinatos indiscriminados, campos de trabajo, campos de concentración, campos de exterminio, miedo, persecución, hambre, frió, escasez, miseria, enfermedades, el gueto, Varsovia no tuvo ni un solo día de tregua en el horror de lo que supone una guerra.

Y aún así, en agosto de 1944 dijo basta. De dónde sacó el coraje? Nos preguntábamos antes. De la dignidad, del espíritu de supervivencia, del alma que no se rinde. Y otro estímulo. El impulso de liberar ellos mismos su propia ciudad, y no debérselo a otro enemigo. Y es que cuando Varsovia se levantó había llegado hasta las puertas de la ciudad el ejército soviético que estaba haciendo recular a los alemanes. Durante los días y semanas de lucha por la liberación/ocupación de Varsovia, donde la población asediada resistía y luchaba con lo que podía, con las fuerzas que le quedaban, los soviéticos se lo miraron todo tranquilamente desde la otra orilla. Sin mover un solo dedo, dejando que los nazis fueran exterminando a los polacos. Dejando que sus enemigos se mataran mutuamente, para luego poder entrar tranquilamente en una ciudad arrasada. Tras la derrota de Varsovia y la aniquilación de la ciudad a manos de los nazis, llegó la liberación soviética. El 17 de enero el Ejército rojo cruzó El Vístula para liberar Varsovia. Liberación de qué? De los escombros que quedaban, del polvo, de los cadáveres? Qué liberaron los soviéticos? Un fantasma. Aún así, la liberación soviética volvió a ser sinónimo de ocupación y sometimiento, esta vez durante cuarenta años más. Pero esa es otra historia.


La insurrección empezó con la organización de un ejercito en el interior de Varsovia que reunía 23.000 personas, sólo una parte armada, evidentemente con las armas que habían conseguido en la clandestinidad. A ellos se les unió la resistencia que había estado luchando contra los nazis. Y la población civil voluntaria, hasta conseguir reunir unas 50.000 personas. Un ejército civil cuyo mando estaba en Londres en el exilio.
El levantamiento se convirtió en una lucha heroica que duró 63 días. Ese ejército desarmado, casi ni profesional, hecho de rabia, coraje y buena voluntad aguantó tres meses a la guarnición alemana formada por 150.000 hombres y equipada con aviación, carros blindados, artillería, etc. frente a los revólveres y cocteles molotov que tenían los polacos.

Una lucha suicida mantenida con valor que resistió hasta el 2 de octubre cuando se acabaron las armas, la munición y las personas con las que defender la ciudad. Después de la rendición, la población superviviente fue enviada a campos de concentración y de trabajo. La ciudad destrozada era solo un fantasma, pasto de los incendios y del pillaje. Cuentan que Hitler se enfureció tanto ante el atrevimiento de Varsovia de plantarle cara que él personalmente dirigió los bombardeos que tras las derrota dejaron la ciudad convertida en escombros. Literalmente, de nuevo.

Es escalofriante ver las fotografías de la ciudad completamente destruida, con ningún edificio en pie. Tal cual la vemos en la película El Pianista cuando sale de su encierro y se encuentran con un desierto de piedras y escombros. El 80% de los edificios de Varsovia fueron destruidos, y 800.000 personas perecieron, más de la mitad de la población. Si sirve de comparación para contextualizar las cifras. Varsovia perdió en tres meses 800.000 personas, mientra que el Ejército británico perdió 280.000 personas en toda la II Guerra Mundial.

Después de la guerra se llegó a plantear olvidarse de Varsovia y trasladar la capital a otro lugar. Total, allí ya no quedaba nada. Sin embargo, finalmente se decidió reconstruir, o construir nuevamente la ciudad, siguiendo el aspecto original de la ciudad. La reconstrucción es una auténtica obra de arte. Para volver a crear la ciudad tal y como era antes de la guerra, se inspiraron en cuadros, pinturas y fotografías que habían captado los diferentes rincones de la ciudad. También hubo que construir de cero una ciudad nueva para acoger a la población que regresaba de los campos de concentración: viviendas, servicios, calles, escuelas, hospitales, tiendas. Desgraciadamente para la ciudad, como de toda esta parte se encargaron los soviéticos que eran quienes habían ocupado la ciudad construyeron bloques de cemento impersonales y prefabricados, el aspecto que ahora e da su mala fama de ciudad gris y triste.

Coincidir en la ciudad el 1 de agosto es una fecha muy emocionante. Es festivo local en Varsovia, así que todo el mundo está en la calle celebrando el aniversario. En cada iglesia, en cada rincón, en cada fachada hay flores y banderas recordando los lugares donde cayeron los insurrectos. Señores mayores se ponen sus uniformes y sus medallas y salen a recordar las batallas que perdieron. En el centro histórico se recrean las batallas más importantes, con todo el mundo vestido con ropa de la época, los pequeños tanques que utilizaron los nazis para destrozar la ciudad, velas en los monumentos que recuerdan a los caídos. Y a las cinco de la tarde, hora en que se inició el levantamiento, toda la ciudad se detiene durante cinco minutos. Es impresionante ver a todo el mundo detenerse de pronto y guardar silencio. Trenes, coches, autobuses, niños, mayores, chicas de compras, señoras con perrito, todo absolutamente quieto.


Para conocer mejor la historia de aquel momento Varsovia cuenta con el Museo de la Insurrección que es gratis los domingos, y se nos quedó pendiente para la próxima visita.

dilluns, 21 d’octubre del 2013

Varsovia, la belleza de las cicatrices

“Cracovia es la bonita, y Varsovia muy fea”, “Varsovia es la que fea, no?” “Varsovia es una ciudad muy gris”,“En Varsovia no hay que ver”, estos son algunos de los comentarios que solía hacerme la gente cuando explicaba que iba a pasar unos días en Varsovia. Seguramente porque ante tanta crítica negativa lleva las expectativas muy baja sumado a que Varsovia ya despertaba mi simpatía al ver como la trataban como la hermana fea, la verdad es que la capital de Polonia me cautivó. Me ha pasado otras veces que por oposición a la mayoría me acaba gustando mucho la ciudad considerada fea en comparación con su hermana bonita. Me pasó con Gijón frente a Oviedo, con Bilbao frente a Donosti, con Bruselas frente a Brujas, Belfast frente a Dublín. Ahora me está pasando lo mismo con Milán. Cuanto más me dice la gente lo fea que es la ciudad a donde voy a pasar mis próximos días libres, más cariño le cojo.

Suelen ser estas ciudades industriales, casi siempre obreras, en ocasiones portuarias que no pretenden nada, que no le dan importancia a las apariencias, auténticas y honestas, humildes y sinceras, que ofrecen con las manos abiertas todo lo que tienen: callos, arrugas, cicatrices, heridas, ojeras. Son ciudades curtidas, luchadoras, que han tenido una vida intensa y difícil. A su lado, todo el mundo admira la belleza evidente de sus hermanas, señoritas burguesas o artistocráticas, encantadoras, que adoras al primer vistazo. Hermosas con sus delicosos vestidos, sus maquillajes y sombreros. Señoritas bien que han tenido una vida entre algodones. Cultas, cuidadas, educadas y delicadas. Es evidente que toda metáfora es una generalización exagerada, pero las imagino así. Por supuesto que me encantan Cracovia, Oviedo, Donosti y no podría negar que son ciudades más hermosas, pero sus hermanas con sus cicatrices  tienen un lugar más preciado en mi corazón.

También Cracovia y Varsovia podrían representar esas mismas hermanas con vidas opuestas. Y sería injusto decir que Cracovia no ha sufrido, siendo una ciudad polaca con lo que le ha tocado padecer en la historia a ese país. Sin embargo, por poner sólo un ejemplo, Cracovia no sufrió bombardeos ni destrucciones en la II Guerra Mundial mientras que Varsovia fue prácticamente arrasada. También la población de Cracovia sufrió el sometimiento de la ocupación nazi, pero fueron especialmente los judíos los más represaliados, mientras que en Varsovia la ciudadanía de todos los credos y clases sociales fue oprimida salvajemente. También hay que decir que como las otras hermanas feas, su espíritu era luchador y rebelde así que se revolvió indómita contra el poder nazi. El fuerte movimiento de resistencia de Varsovia y los levantamientos en el gueto y luego toda la ciudad entera son claros ejemplos del alma valerosa de esta ciudad. Sólo hay que ver que el símbolo de la ciudad es una sirenita armada con una espada, dispuesta a defender la ciudad.

Como Berlín, Varsovia es una ciudad fascinante porque adentrarte en sus calles y en sus barrios es revivir la historia del siglo XX. Pero a diferencia de la capital alemana que parece que cuenta con unanimidad en la admiración que despierta, Varsovia tiene un casco histórico precioso que además por sí mismo ya habla de ese espíritu de superación.


También hay que confesar que todo este interés histórico que esconde la capital polaca se aprecia mucho más si se visita acompañado de alguien conocedor de la ciudad y de su historia que nos vaya desvelando los episodios más importantes de cada rincón de la ciudad: una visita por la ciudad vieja, por la ciudad nueva, por la Varsovia comunista, por las huellas del gueto, por la Varsovia de la resistencia y el levantamiento durante la II Guerra Mundial son algunos de los paseos fascinantes que ofrece la capital polaca.

divendres, 11 d’octubre del 2013

Tienes que leer a Alice Munro

“Tienes que leer a Alice Munro” llevo meses repitiendo esta frase a casi todas mis amigas (mis amigas lectoras lectoras, claro). Pero mi poder de convicción deber ser mínimo porque no he logrado ni una sola lectora para la genial escritora canadiense. En mi defensa alegaré que en frío es difícil convencer a alguien para su lectura. “Y de qué van sus libros?” Te preguntan. Y mientras lo explicas te das cuenta que estás perdiendo la partida. “Va de mujeres”. “De mujeres extraordinarias?”. No, de mujeres normales, anodinas, corrientes, vulnerables, no son heroínas, de hijas, de madres, de hermanas, de mujeres solteras, divorciadas, viudas, casadas, jóvenes, mayores. Mujeres que viven sobre todo en zonas rurales de Canadá, algunas en Vancouver o en Ontario. “Y qué les pasa a esas mujeres?” Te preguntan para buscar un motivo estimulante para decidirse por esa lectura. No les pasa nada, a veces ese es el problema. Nada extraordinario, nada que no les pase al resto de las mujeres de la humanidad. Tienen dudas, deseos, vergüenza, hastío, rabia silenciosa, no a veces no saben si quieren a sus parejas, se sienten avergonzadas por sus padres, distantes de sus hijos, y casi siempre están en desacuerdo con su vida y su destino. Y siempre se sienten solas.

Por eso ayer me alegré tantísimo cuando me enteré que le habían concedido el Nobel de Literatura a mi cuentista favorita. Alguien que te habla con tanta proximidad y profundidad que parece que se lo hayan dado a alguien que conozco, a una amiga mía. Me alegré por el reconocimiento a la escritora, y porque al fin tendré motivos objetivos para convencer a mis amigas, y al resto del mundo, que lean a Alice Munro.

Y es que para que se cautive Alice Munro no valen los argumentos fríos. Hay que empezar a leerla y ya desde la segunda línea te sumerges en su universo, entiendes a sus personajes, sus dudas, sus miserias, sus sueños. Me encanta la sencillez de sus tramas, donde aparentemente no sucede nada pero que va tejiendo sin que te des cuenta temas universales. Munro logra historias extrapolables a cualquier lugar de mundo a partir de relatos que tienen lugar en un universo tan limitado como son las zonas rurales de Canadá. Cuantas veces leyendo un cuento, un párrafo, una frase he sentido que Munro estaba tocando una tecla muy íntima de mi alma o un punto de acupuntura de  mi cuerpo.


No recuerdo ninguna historia en concreto pero recuerdo a las mujeres que las protagonizan. La divorciada que va a pasar unos días al hostal de un pueblo pesquero, la adolescente que trabaja vaciando pavos, de la mujer madura que acompaña a su padre al hospital, de la señora que acoge en su casa a sus cuñados modernos, de las tías solteronas vivarachas y gorditas de la protagonistas, de las tías solteronas mustias y analfabetas encerradas en su granja desde la infancia. Historias donde no pasa nada pero la rebelión, la tensión está reprimida, escondida, a punto de desatarse. A veces estalla, pero la mayoría de veces no. Como la vida misma. 

La sencillez de sus tramas está en coherencia con su manera de explicar las historias. Lo hace con un lenguaje claro, sutil, sencillo, sin fuegos artificiales, sin cursilerías, sin trampas, que no pretende impresionarte. Todo lo contrario, su objetivo es no llamar la atención, ser discreto, que no notes que está ahí, discreto, para que te confíes y así te dejes llevar, te abandones a su arrullo. 

Gracias al Premio Nobel estos días los diarios han publicado muchos artículos emotivos sobre la literatura de Munro, ha sido muy reconfortante encontrar en ellos las mismas sensaciones que he vivido como lectora

- Una fascinación ilimitada. Antonio Muñoz Molina.
- Un relato emotivo a la altura de los grandes cuentistas universales.
- Todos los lugares del mundo. Clara Sánchez
- Huída y vocación. Antonio Muñoz Molina
- Nadie como ella. Antono Muñoz Molina.